jueves, 16 de septiembre de 2010

Duelo

Son las 4 de la tarde. Mamá se fue a buscar a mi hermano al jardín de infantes, yo ya había ido esta mañana. La casa esta en silencio, el abuelo duerme y mis hermanas están en la habitación.
En la cocina estamos solos, el aburrimiento y yo, también esta la cortina, de nailon ella, con su color turquesa, flameando por la brisa de la primavera.

Veo la caja de fósforos, siempre me gustó el fuego, la tomo y enciendo uno. Me quedo mirando la llama, hipnotizado, en calma. La llama me atrapa, cambia de forma, toma fuerza y consume el fósforo. La cortina sigue flameando, la llama de los fósforos ya no me calman, necesito una llama mas grande...

Miró la cortina, toco sus flecos que cuelgan cerca de la pared, me pregunto que pasaría si... Necesito saberlo, probar, hacerlo de una vez.
Enciendo el ultimo fósforo, ya no hay tiempo, la cortina es un manto de fuego. Prende demasiado rápido, casi no logro disfrutarlo.

La calma ya no es tal, mi abuelo se dispone a apagar el fuego pero antes me enseña que mas rápida que el fuego es su pesada mano, aprendo a la primera.
El fuego ya no existe, la cortina tampoco.

1 comentario:

  1. Lindo relato, lo prohibido siempre llama la atención ... hasta que nos damos la cabeza contra la pared!

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